Orientó a los aviones que aterrizaron en el Aeropuerto de Málaga durante más de 30 años. Muchos recordaran sus más de 25 giros en su paso por la autovía de Málaga a la Costa del Sol. En 2008 fue sustituido por un nuevo radar con forma de esfera.

Durante más de 30 años  estuvo guiando el tráfico aéreo del Aeropuerto de Málaga

El antiguo radar pasaba a reserva. Con un museo cercano, éramos candidatos preferenciales para incrementar nuestra colección. Pero una cosa es el dicho y otra el hecho. Para conseguirlo, media Ricardo García de Enaire, amigo del Museo desde sus inicios y gran conseguidor de la pieza, que en 2012 llega al Museo.

Hay que hacer un soporte de urgencia, y no hay tiempo de construirlo de obra.

Pero este Museo tiene suerte: por pura casualidad, la bodega del Convair 440 Metropolitan tiene tres plataformas para alzar el avión. Por tanto, capaces de aguantar el peso de los radares. Jordi Palet los monta a toda velocidad, para recibir la pieza a tiempo en enero de 2012. Las piezas encajan, parecen hechas a medida.

Sin embargo, el radar primario sólo está posado en los soportes. Y, por tanto, a merced de que una racha de viento pueda volcarlo. Hay que soldar o atornillar ese radar a los soportes heredados.

Por prudencia, hay que situar en el suelo el radar secundario. Solo cuando se fije el radar primario a los soportes, será prudente alzarlo.

La grúa con sus técnicos deben continuar con sus trabajos. Se van con la promesa de volver. Aún no sabíamos que esa espera nos llevaría 9 años, pero este Museo sabe esperar sus triunfos.

Por lo pronto, su llegada ha sido muy celebrada por los amigos del Museo y visitante

Durante sus años en el Museo, el radar recibe cuidados, limpieza y pintado. Y hasta se le instala una manivela para que pueda moverse con facilidad, una actividad que se incluye entre las pruebas de las visitas escolares para que los propios visitantes puedan darle vueltas al radar.

Pero la pieza está incompleta. En 2020 suenan rumores que de nuevo vendrán los técnicos de Indra para desmantelar el radar. Necesitamos un buen soldador. El Museo sabe esperar a sus buenos restauradores, y lo conseguimos al fin con Mario Moncada, que fija el soporte a conciencia, con una soldadura de ingeniero.

El verano pasado ya se anuncia la posible fecha de montaje, que puede ser a seis meses vista. Suficientes para dejar la pieza con toda la pintura restaurada. Labor que comienzan unos becarios provenientes de la Fundación Don Bosco. 

Una labor que completan Magda y Dominika, dos ingenieras en prácticas procedentes de la Universidad de las Fuerzas Aéreas de Deblin-Polonia. A pleno sol, muestran aprovechamiento del tutorial de pintura a pistola impartido por el amigo del Museo José Damián García Jiménez.

Para noviembre, ya está todo pintado. Sólo queda el último golpe de suerte: el regreso a Málaga de los técnicos de Indra, especialistas en montar radares por toda Europa. Y tenemos esa suerte, porque el 16 de febrero de 2021 acuden a Málaga José Joaquín Chacón Boldo y Miguel Ángel Martín De Pedro, con la finalidad de actualizar otras instalaciones de Enaire. José Joaquín es además quien nos trae el radar al Museo en 2012, y regresa al Museo encantado a ayudar de manera altruista a finalizar su montaje, nueve años después, especialmente porque sabe que este museo es gratuito.

Le pedimos un último favor: queremos que el radar tenga el protagonismo que se merece en la plaza principal del Museo. Para eso la grúa debe alzar el radar por encima del tejado de las oficinas de la recepción, edificio histórico: aguantamos la respiración. La soldadura de Mario Moncada resiste. 

Queda la tarea aun relevante de colocar los dos radares, el secundario sobre el primario, tal como lució durante su funcionamiento junto a la autovía a Torremolinos. Parece fácil en las manos de los técnicos de Indra, aunque no lo sea. 

-Ya veréis, ya veréis, lo bien que luce cuando lo veáis montado- nos avisan. Pero es superior a todas las expectativas: el radar, que tantas veces habíamos visto en estos 9 años, nos deslumbra al estar de una pieza como recién llegado al Museo.

El radar, tras tres horas y media, y 9 años de espera, se sitúa en el lugar que por su majestuosidad le corresponde. 

Gracias a la generosidad de los que lo hicieron posible para que lo disfrutemos todos.

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