Conchita Maceín, hija del homenajeado junto a Pedro Bendala, director del Aeropuerto de Málaga-Costa del Sol

Hace muchos años que renunciamos a convertir este Museo en una sucesión de ídolos, pero hay ocasiones que merecen excepción.

Tiramos la toalla en nuestro empeño de que nuestros aviadores derrocaran a futbolistas, cantantes o influencers de diverso pelaje. Ninguna gesta aeronáutica parece capaz de desbancar a estrellas fugaces de la actualidad.

Así y todo, aceptamos con entusiasmo toda nueva información que demuestra cómo sucedió la Historia, sobre todo cuando ya no hay nadie que pueda contarlo a viva voz. Lo hacemos de forma serena, sin forzar la adulación.

La máxima de los Museos de aviación suele ser: Mira lo bien que lo hizo este personaje . Loable intento de llenar de nombres propios una sala, de difícil memorización.

Nuestro lema se fue cambiando a un: «Usted también puede hacerlo». Usted puede abrir nuestra caja negra, hablar con la Torre de Control, encontrar el mando que acelera los motores. Y, con tiempo y esfuerzo, puede ser aeronáutica, piloto acróbata o instructor de controladores aéreos. Todo es ponerse. La aviación, a su alcance.

También hay visitantes que son expertos de incógnito, con la humildad de los grandes. Pero que, con algo de confianza, suelen ir relatando su historia. Así sucede ese día en que el guía disfruta escuchando al que le visita.

Y, cuando esto último sucede, uno agradece trabajar en un museo que permite presenciar tanta grandeza. y ofrecer una vitrina digna del personaje.

Esto sucedió cuando Pepe Parejo supo que había un señor que vivía no muy lejos del Museo, en Estepona, que dicen que tuvo la licencia número 1 de Piloto de Helicópteros en España. Con medallas al mérito del valor y del trabajo bien hecho. Y que podría venir a darnos una charla. Pero pasan los años sin poder entrevistarle hasta que, en diciembre de 2020, celebró a su manera la Patrona de la Aviación y se nos fue con 97 años de buenas obras.

Y aún puede venir a contarnos, a través de una excelente documentación que demuestra con firmas y sellos su historia. Para estos ases de la aviación tenemos un sancta sanctorum. Una sala especial llamada pioneros, donde no hace falta poner apellidos entre exclamaciones para que causen admiración.

Y allí entró con mayúsculas D. Ignacio Maceín. Querido por sus discípulos, que también arriesgaron la vida como él lo hizo a los mandos de sus helicópteros. Que siguen la estela del maestro.

Y queridos por sus jefes, cuyas empresas ayudó a consolidar.

De izquierda a derecha Pepe Parejo, señora de Miñano, Javier Collado, Luis Miñano, Conchita Maceín, José Miguel Vallinas, y Pedro Bendala

Da buena espina también cuando a tu homenaje se presenta Luis Miñano, uno de los agradecidos jefes que tuvo en vida, que premia así la lealtad de su vocacional empleado.

Y da buena espina que a tu homenaje venga Javier Collado, piloto de helicópteros del Estrecho, de esos que se juegan la vida con tanta maestría como para haberle inspirado un personaje de su novela «Reina del Sur» a Pérez Reverte.

Y José Miguel Vallinas, de amplio recorrido como técnico de mantenimiento, en cuya pericia confían hasta los jeques de Marbella.

No fomentamos entre los visitantes la constante veneración de personajes. Pero es que no cuesta admirar a un piloto que salvó naufragios, que cartografió un país entero, que atravesó nieblas sin pestañear cuando la ocasión lo requería.

Y así lo pueden comprobar, con la sencillez de los grandes, en nuestra sala de pioneros de la Terminal de 1948, que fue contemporánea a sus hazañas.

Bienvenido al Museo Ignacio, aquí te vas a sentir como en tu casa.

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